Se ha roto la caldera del infierno,
los demonios tiritan,
los condenados se helan,
en consecuencia no sienten los suplicios
aunque los prefieren
a las laceraciones del frío.
Un congelamiento cristalino lo cubre todo,
¿qué no tiene ese aspecto el paraíso?
Por el resquicio entre el suelo
(que supo ser áspero y rojizo)
y la puerta de entrada al averno
se sale el aire helado
y el Can Cerbero escapándole,
la vigila a lo lejos.
Ese mismo aire ha escarchado
las márgenes del río Aqueronte,
y como a Caronte
le da más trabajo alcanzar la costa,
ha aumentado la tarifa a dos óbolos.
Los demonios tiemblan más
que los condenados,
¡es insólito!
y empiezan a adquirir
cierto sentido de la estética
ahora que ven sus reflejos en el hielo.
Y el diablo se ríe,
con su sabotaje ha encontrado
la forma de herir
a sus servidores demoníacos,
lo que le faltaba
y por ello fastidiaba.
Pero ahora todos sufren.
Incluso Él sufre,
por gustos decorativos solamente,
odia el aspecto cristalino
de su infierno,
pero qué va a hacer,
así todos sufren.
GERMÁN ZAFFI
los demonios tiritan,
los condenados se helan,
en consecuencia no sienten los suplicios
aunque los prefieren
a las laceraciones del frío.
Un congelamiento cristalino lo cubre todo,
¿qué no tiene ese aspecto el paraíso?
Por el resquicio entre el suelo
(que supo ser áspero y rojizo)
y la puerta de entrada al averno
se sale el aire helado
y el Can Cerbero escapándole,
la vigila a lo lejos.
Ese mismo aire ha escarchado
las márgenes del río Aqueronte,
y como a Caronte
le da más trabajo alcanzar la costa,
ha aumentado la tarifa a dos óbolos.
Los demonios tiemblan más
que los condenados,
¡es insólito!
y empiezan a adquirir
cierto sentido de la estética
ahora que ven sus reflejos en el hielo.
Y el diablo se ríe,
con su sabotaje ha encontrado
la forma de herir
a sus servidores demoníacos,
lo que le faltaba
y por ello fastidiaba.
Pero ahora todos sufren.
Incluso Él sufre,
por gustos decorativos solamente,
odia el aspecto cristalino
de su infierno,
pero qué va a hacer,
así todos sufren.
GERMÁN ZAFFI